4 de agosto de 2014

Mi amigo el uruguayo vino a quedarse unos días en casa. 
Mi amigo el uruguayo inspira. Simple y chiquito, como casi todos los uruguayos. Y enorme en muchos sentidos, está lleno de historias y falto de s's. Tiene un nombre que sólo nos recuerda facebook, o su madre, cuando llama porque "hace mucho que no me contesta el celularcito ese de mierda y yo siempre pienso que le pasó algo, viste?, pasame rápido que Antel me la va a poner si te sigo contando cosas". Acá, obvios y aun más simples que los hermanos del país vecino, es "el uruguayo". 
El uruguayo en realidad es argentino, claro que no lo dice ningún dni, pero el pendejo nació acá. Se lo llevaron nomá en los nefastos 90. Así como quién nace de contrabando, Argentina no tenía espacio para un padre heladero y oriental y una madre costurera y santafesina de inquilina en Buenos Aires. Ilegalidades hubo en todas las épocas. Ahora nos contrabandea yerba y marihuana. 
Ayer fuimos a comer pizza a una de estas pizzerías de cerca de mi casa, casi tan concurridas como el baño. Volvimos un poco borrachos y nos pusimos a tocar canciones con la guitarra hasta que el uruguayo la agarró . Arrabalero y getón, las canciones de Tabaré Cardozo nos trajeron historias y quejas de la mujer del sexto, que se tomó el trabajo de despertar a todos los vecinos de su piso y organizarlos para que vengan a golpear la puerta en distintos grupos (lo gracioso eran los pijamas, esa mujer crea imágenes y situaciones fantásticas). Pero historias, sobre todo historias.
Resulta que el uruguayo está dividido acá y allá. Un quilombo. Y hace dos décadas la única que les llevaba información a las familias anexadas por el agua, era la abuela materna, Gracia. Mujer de linda posición, que dentro de su gorilaje parecía simpática y se daba gustos jubilatorios cumpliendo la función de teléfono y encomienda al mismo tiempo. Los Ferreira y los Greco, un poco acá, un poco allá, se entendían gracias a esta vieja. El uruguayo me cuenta que no faltaban muertes que no entendía ni conocía, yerba por sobre todas las cosas, y camisetas de fútbol. Nada muy distinto a lo actual.
Pero el uruguayo tiene una hermana ("la uruguaya", claro!), y una prima. La hermana nació allá. La prima es de acá. En sus eventuales viajes los hermanos se pegaron mucho a Paula, (esta si es "la prima", porque nunca la escuché hablar).
Mandarse mensajes hubiera sido más cómodo y más chato. En épocas sin whatsapp, el uruguayo y su hermana ya más grandes, le grababan cassettes a Paula, imitando programas radiales que tenían como fin hacer un resumen de los hechos importantes que habían pasado en la familia. Me contó que se escondían abajo de la mesa en las sobremesas llenas de mate para grabar las conversaciones espontáneamente. Paula, de este lado, hacía lo mismo. Sobregrababan los cassettes y se los daban a su abuela en común. Así llegó La Vela Puerca a los oídos de Paula, así, el uruguayo revolucionó su Liceo con Attaque. Mirá si la tecnología no será efectiva che. En ese momento nadie esperaba otra cosa con más ansias que los cassettes llenos de pedazitos de Boca-River, llenos de murgas en febrero y gritos que mandaban saludos para todos, llenos de pedidos de "algunas cosas de allá", y preguntas inocentes, preguntas de nenes que sin saberlo hicieron un puente en el Río de la Plata sólo reconociendo la voz de un familiar con el que se comparte el 25% de los genes. Una locura. 

Yo (que soy un poco cinéfila) lo escuché con los ojos abiertos y lo proyecté en planos, y el corazón que se salía de lugar. Los quise escuchar. Los estuve escuchando hasta recién, y lloré, lloré mucho. Voces de niños y demos de bandas de rock under mezclado con información tan importante como "hablá tranquila que Romi ya sabe lo de Papá Noel". Es para llorar.
La puta madre. Que hermoso es todo.

Y ahora tenían dos memorias, y dos patrias. 

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